Autor: Roger Velez.
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“Solo el buen periodismo salvará al periodismo”: reflexión sobre la crisis ética y profesional del oficio
En 2019, el periodista Rodrigo Pardo compartió una anécdota que su hija le relató tras asistir a un congreso en Londres sobre el impacto de las redes sociales en la desinformación global. En el evento se discutió cómo estas plataformas habían amplificado la manipulación, la propagación de noticias falsas y, de manera preocupante, la erosión de la ética periodística. Al finalizar, algunos asistentes levantaron una pancarta que decía: “Solo el periodismo salvará al periodismo”, una frase que entonces parecía optimista y casi romántica.
Pardo confiaba en que bastaría con que el oficio regresara a sus principios esenciales —verdad, independencia, rigor, imparcialidad, contraste y responsabilidad— para enfrentar la “cloaca digital” que ya comenzaba a tomar forma. Pero seis años después, la realidad mostró lo contrario: la frase no cumplió su promesa. Las redes sociales no solo no fueron contenidas, sino que terminaron imponiendo la agenda informativa a los propios periodistas.
El ruido superó al rigor, la inmediatez reemplazó a la investigación y la viralidad se impuso sobre la veracidad. Muchos medios tradicionales, en lugar de fortalecer su principal patrimonio —la credibilidad— decidieron competir con el algoritmo. Hoy, los despidos masivos en cadenas como Caracol, W Radio, RCN Radio y La FM, así como proyectos de fusión entre medios, reflejan una crisis que no es únicamente económica. También es el resultado de la pérdida de diferenciación frente a las redes sociales y al periodismo alternativo.
Titulares ligeros, peleas sin contexto, trinos usados como fuentes y una carrera por la velocidad antes que por la profundidad generaron un desgaste que alejó a las audiencias. Cuando los medios dejan de ofrecer algo distinto a lo que circula en redes, el público simplemente se va. Ante ese panorama, la frase levantada en Londres requiere una actualización urgente.
Hoy, la reflexión es clara: solo el buen periodismo salvará al periodismo. No el que corre detrás del algoritmo, ni el que editorializa sin datos, ni el que intercambia rigor por clics. Se necesita el periodismo que incomoda, que contrasta, que explica y ayuda a comprender; el que se toma tiempo, cuida el lenguaje, respeta principios éticos, protege derechos constitucionales y reconoce que en las palabras también se juega la democracia.
La crisis del sector no es solo económica: es ética, profesional y estructural. Y la única salida es volver a hacer las cosas bien.
Cuando el periodismo falla, gana la mentira. Cuando el periodismo se debilita, también lo hace la democracia.
Aún hay tiempo para corregir el rumbo, si la ética vuelve al centro de la agenda periodística, por encima de intereses políticos y económicos, y con el compromiso de recuperar lo que siempre ha distinguido al oficio: ser buenos periodistas.