Pólvora sin freno en San Antonio de Prado: fiestas, silencio oficial y daños que nadie quiere ver.

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Mientras la fauna muere y los niños resultan lesionados, la pólvora sigue explotando todo el año en el corregimiento.

San Antonio de Prado, corregimiento ubicado en la zona montañosa del suroccidente de Medellín, se caracteriza por sus paisajes verdes, aire limpio y riqueza ambiental. Sin embargo, estas cualidades contrastan con una problemática persistente: el uso indiscriminado de pólvora durante todo el año, pese a las afectaciones que genera en la fauna, la flora y la salud humana.
De acuerdo con habitantes del corregimiento, en una población que ronda los 200 mil habitantes y que además enfrenta problemas estructurales como la insuficiencia de agua potable, es ampliamente conocido quiénes utilizan pólvora de manera recurrente. Las detonaciones se presentan en diversas festividades religiosas y culturales como el Día de la Madre, Día del Padre, celebraciones de la Virgen del Carmen, fiestas patronales, Semana Santa y otros eventos que se repiten a lo largo del año.
A pesar de las campañas institucionales, la pólvora continúa siendo una práctica arraigada en la cultura local. Los estallidos afectan gravemente a la fauna silvestre, generan daños en la vegetación, provocan contaminación auditiva y representan un riesgo constante para niños, adultos y personas mayores, con casos de quemaduras y lesiones que se repiten año tras año.
Para la comunidad, resulta preocupante la falta de resultados efectivos por parte de las autoridades. Aunque la Policía realiza incautaciones y operativos, los habitantes consideran que las acciones son insuficientes y que las denuncias ciudadanas no siempre derivan en controles reales. Incluso, algunos pobladores señalan posibles irregularidades que permitirían que esta práctica continúe sin mayores consecuencias.
“La pólvora se vive como una adicción”, expresan líderes comunitarios, quienes comparan su efecto con el de una sustancia estimulante que activa la adrenalina y se asocia erróneamente con la idea de celebración y fiesta.
La pregunta que hoy se hacen los habitantes de San Antonio de Prado sigue siendo la misma: ¿cuántos daños más a la fauna, la flora y cuántas víctimas humanas, especialmente niños, serán necesarias para erradicar una práctica que continúa afectando el entorno y la vida en comunidad?

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